Despistes y franquezas, esto lo digo por la hora que es.
Pues resulta que cuando me abrieron por segunda vez para sacar lo mejor de mí, que, por cierto, lo consiguieron, entre cajas de bombones varias recibí un estuche que contenía tres libros y que alguien tuvo a bien regalarme. Dentro del estuche venía un folleto con otras publicaciones de la editorial y, como una suele leer casi todo aquello que le cae en las manos ( ¿y qién no se ha encontrado alguna vez leyendo aquello de " envase a presión. Protéjase de la luz solar y no exponer a temperaturas..."?), pues lo estuve ojeando. Por supuesto, las palabras Da Vinci, Templarios, Grial y demás aparecen por doquier. Dentro del apartado
la ciencia es divertida ( que vaya usted a saber dónde esconde la gracia, pensará más de uno que yo conozco) me encuentro con los siguientes títulos: "Lo que Einstein le contó a su Barbero", que visto el
look del padre de las teorías de la relatividad, no sería mucho por lo de lo infrecuentes que debían ser esos encuentros, digo yo, y "Lo que Einstein le contó a su cocinero", que con éste debía hablar más porque dio para dos tomos. Bien, lo que todavía no he dicho es que mi trilogía se titula "Lo que Euclides no pudo contar" ( su barbero y su cocinero debían tener menos paciencia que los de Einstein) y le añaden como subtítulo "los números son divertidos" (la misma diversión que tenía la ciencia, seguirán pensando ésos que yo me sé). La pregunta era inevitable, ¿por qué Einstein sí podía y Euclides no?. La respuesta, evidente, porque lo de Euclides eran matemáticas, o, como dice mi hija, "matematéticas" (que debe ser una contracción de matemáticas patéticas, seguirán pensando los de antes). Pura mala fama. Alguien en algún momento de la historia las tuvo que vender muy mal para que tengan esa mala prensa. Yo no creo que sean
divertidas, pero sí que tienen su aquél. De hecho, muchas veces cuando estoy trabajando, alguien se asoma por encima de mi hombro para ver qué ando haciendo (hay a quien no le gusta, pero a mí no me molesta especialmente), y más de una vez me dicen "si yo esto lo sabía hacer...", no importa que sean inversas de matrices, el área de un recinto limitado por dos funciones o el cálculo de las soluciones de la ecuación x3 –6 x2+11x –6 =0 (que son 1, 2 y 3, por si alguien se anima), y alguna vez hasta se han arrancado a preguntarme qué era eso de la desviación típica (sigo pensando que la Estadística no es Matemática). Así que algo tendrán las matemáticas cuando consiguen que al menos alguien se interese lo suficiente como para asomarse por encima del hombro de una compañera e interrumpir así la concentración que ésta tenía en su trabajo.
Como ha llegado el momento de leerme estos tres libros, he pensado que voy a ir comentando lo que me vaya pareciendo interesante o curioso. No voy a ir haciendo una sinopsis, ni un resumen como los que hacíamos en el colegio, que si a alguien le interesa le doy el nombre de la editorial y de los autores y listo.
Hoy he leído un capítulo que se titula "¿por qué se utilizan tan poco los números romanos?". Estuve a punto de saltármelo por lo obvio, pero una cita que tenía bajo el título del capítulo me lo impidió. Tras dos acertijos a los que no he encontrado la solución o, al menos una solución convincente (pero que ya no se me irán de la cabeza hasta que los resuelva), empieza a hablar sobre si nuestro sistema de numeración arábigo es posicional lo que aporta muchas ventajas frente a un sistema de numeración como el romano, válido para escribir cantidades pero no para efectuar cálculos. Pues bien, dice que en el sistema de numeración romano la resta es muy sencilla pues consiste sólo en tachar y pone como ejemplo 67 menos 15, y queda muy bonito porque si en LXVII tachas XV te queda LII, lo que es cierto. Pero no dice que este método para restar no nos valdría para calcular 100 menos 3, por ejemplo. Otra cosa que me ha gustado más es cuando habla de la creación del cero como la ausencia de número y dice que lo difícil fue entender la ausencia de un número como un número propiamente dicho y añade, es como entender que la falta de una oreja fuese una oreja. No sé si se entiende pero a mí me gustó.
Un último apunte para los aficionados a la Historia, o Prehistoria en este caso (que alguno habrá), dice el libro que en la cueva de La Pileta ( que a continuación ya la llama la cueva de los números) a 40 km del Mediterráneo, en España, aparecen unas agrupaciones de señales en la pared (dibujadas en el libro) que se cree que representan números y que datarían del año 20.000 antes de Cristo. Algunos arqueólogos no lo creen.
Y ya bastante rato le he robado al sueño.